"Poco
definido, pero excitante", escribía el por entonces jefe de Tim Berners-Lee en la parte
superior de la propuesta que éste le había presentado. Era marzo de 1989 y el padre de la Red,
trabaja en los laboratorios de física del CERN en Suiza, explorando cómo clasificar y almacenar
información científica. En su modelo de gestión de información, Berners-Lee
incluía un complejo esquema con flechas enlazando múltiples cajas, se acababa
de dar el primer paso en la creación de la World Wide Web.
Tres décadas después, medio
planeta está conectado a internet, pero mientras la brecha digital disminuye,
las voces críticas con la Red han aumentado en los últimos años, alimentadas
por escandalosas vulneraciones de privacidad, plataformas que priorizan las
ganancias antes que los derechos humanos, e incluso posibles manipulaciones
electorales. "Con lo mucho
que ha cambiado en los últimos treinta años, sería derrotista y poco
imaginativo asumir que la Red no puede cambiar a mejor en los próximos
treinta", compartía un Berners-Lee consciente de las críticas,
durante la celebración del 30 aniversario de su creación.
No cabe duda de que este aniversario llega en un año clave para
el futuro de internet y las nuevas tecnologías, con una confluencia de
encuentros determinantes, decisiones globales y un despertar colectivo sobre el
poder transformador de la Red en la sociedad. A finales de enero de 2019, los
principales líderes políticos y empresariales se reunían en el Foro de Davos para buscar
soluciones a los problemas más apremiantes del mundo.
Estas
reacciones surgen a partir del reciente despertar colectivo en torno al uso y
al abuso de nuestros datos en internet. El drama seriado que comenzó con el escándalo de Cambridge
Analytica, y que más tarde sentó a directivos de
Twitter y Facebook (Google no se presentó) a testificar sobre sus prácticas
ante el Congreso de los Estados Unidos, está lejos de concluir este año.
Revelaciones recientes sobre ocultaciones
y pagos a empresas de relaciones públicas para atacar a opositores de Facebook han
puesto a la red social más grande del planeta sobre las cuerdas. Mark Zuckerberg, su
director general.
Más allá de las redes
sociales, internet se ha convertido rápidamente en una infraestructura básica
para el funcionamiento de las sociedades modernas. Consciente de ello, Rusia anunció recientemente su
intención de desconectarse temporalmente de internet para
testar su sistema ante un caso de "guerra cibernética".
Pero no podemos hablar
de desarrollo tecnológico sin hablar de desarrollo humano. Acaba de completarse
un hito en la historia de la humanidad: la mitad de la población mundial, en
torno a 4.000 millones de personas, está ahora conectada a internet.
Sin embargo, el índice de libertad en la red que publica Freedom House en
su informe anual sigue decayendo año tras año. Según Adrian Shahbaz, director
del informe, "este año ha probado que internet se puede usar tanto para
perjudicar democracias como para desestabilizar dictaduras"
Cuando cruzamos datos de penetración de
internet con datos de respeto a los derechos humanos, el resultado es que
muchos de los países que todavía no están conectados carecen de garantías
democráticas básicas. En la carrera por conectar a la segunda mitad del
planeta, los ciudadanos están a merced de las grandes plataformas y de
gobiernos que conectan y desconectan la red en función de si les interesa la
conversación.
La Red
se resiste a adquirir la madurez que corresponde a su edad y posición en la
sociedad, pero la
digitalización del planeta es imparable.